domingo, 28 de agosto de 2011

El (otro) modelo chileno

Por Ignacio Kostzer (Presidente de la FUBA y Militante de la Juventud Rebelde 20 de diciembre)






La rebelión estudiantil y popular que se desarrolla en estos momentos en Chile genera gran impacto, no sólo para nuestros hermanos trasandinos, sino para el conjunto de la geopolítica continental. Es que este enorme movimiento representa un golpe contundente para ese modelo que orgullosamente exhibían (y aspiraban emular) las derechas liberales sudamericanas.

Con la enorme ayuda de los Think Tanks norteamericanos y los medios hegemónicos de comunicación, nos mostraron orden y armonía, cuando en realidad había represión y ocultamiento mediático; nos mostraron crecimiento y desarrollo, cuando había grandes ganancias solo para los empresarios. Se trabajó prolijamente para obviar algunos pequeños detalles del milagro chileno como la gigantesca brecha que separa a los ricos de los pobres, y lo ubica como uno de los países más desiguales del continente. Tampoco se le dio gran difusión a la privatización de la salud y la educación, sustentada en la vigencia de las leyes de Pinochet. Ni que hablar de la impunidad que todavía disfrutan los responsables militares y civiles de la última dictadura militar. En Argentina fueron Macri, Duhalde, Alfonsín y De Narvaez los principales defensores de este modelo ejemplar.

Tuve la oportunidad de estar en Santiago durante el paro general convocado por la CUT los días 24 y 25 de agosto. Se estima que en la marcha del 25 participaron unas 400.000 personas, solo en la capital chilena. La movilización en si misma era apabullante, infinita. La gente acompañaba desde los balcones de los edificios con las cacerolas, los peatones aplaudían y se sumaban a las columnas que recorrían todo el centro de la ciudad, las bocinas de los autos al ritmo de los manifestantes, son muestras del apoyo generalizado a los reclamos de los estudiantes y los trabajadores.

El movimiento estudiantil exhibe una vitalidad y madurez asombrosa. Muchos de ellos formaron parte de la Revolución Pingüina de 2.006, y ahora son estudiantes universitarios o jóvenes trabajadores (ocupados y desocupados). Llevan en su memoria esa experiencia fenomenal de lucha y organización que sacudió Chile hace 5 años, y también el recuerdo vivo de la gran estafa que el gobierno de la concertación tenía preparado para aquel movimiento. Recorriendo las tomas, las movilizaciones, las barricadas, escuché decenas de menciones a aquel proceso y los errores cometidos, que en esta oportunidad no se van a repetir. La ciudad está tapada por pintadas, grafittis, murales, los colegios y facultades envueltos en bellos lienzos de colores (así llaman a las banderas o los “trapos”). El movimiento estudiantil está en un momento extraordinario de rebeldía, politización, de organización y creatividad.

Sin exagerar ni un poco, puedo asegurar que en Chile soplan vientos de cambio. Si los números y los noticieros todavía no los convencieron, hago un último intento con una breve anécdota de mi viaje a Santiago: Terminada la marcha del 25, ya entrada la noche, fuimos con compañeros de distintas federaciones y centros de estudiantes a cenar a un bar. En el grupo se encontraba Camila Vallejo (Presidenta de la FECH, Federación de Estudiantes de Chile) que se convirtió en los hechos en vocera del movimiento. Después de unos minutos se acercan 3 mozos del bar con bandejas de comida y bebidas. Eran jóvenes trabajadores de entre 25 y 35 años. El más joven de los 3 la miró a Camila y le dijo “esto va de regalo para ustedes. Por favor no aflojen. Chile necesita cambiar…”. Camila prácticamente no pudo andar por la calle en estos días por las manifestaciones masivas (y tumultuosas) de apoyo y cariño que recibe de la gente.

Aquel fue un momento pequeño pero emocionante. Ese joven trabajador hablaba en nombre de muchos otros, que sienten que este movimiento está llamado a cambiar la historia de Chile.

Esa misma noche el gobierno de Pinera mandó a reprimir todos los cacerolazos y cortes de calle de la ciudad. Así, los carabineros asesinaron a Manuel Gutierrez, un joven de 14 años de un barrio humilde de Santiago. La justicia por Manuel se suma a una serie de reivindicaciones que hace rato trascendieron lo estudiantil. En la conferencia de prensa en la sede central de la CUT, a la cual fui invitado por la FECH, Camila y otros referentes hablaron del fin del lucro en la educación, de la reforma del sistema de salud, de la recuperación de los recursos naturales y el cuidado del medio ambiente, de una reforma tributaria para que los que más tienen sean los que más impuestos paguen y de una asamblea constituyente que siente las bases para profundizar la democracia y construir un país más justo, más libre y más solidario. Éste es el programa de transformaciones radicales del movimiento. En las calles estudiantes, trabajadores y “pobladores” (así llaman a la gente que vive en los barrios humildes), construyen la fuerza social necesaria para encarnar ese programa. Este bloque estudiantil, trabajador y popular está cambiando Chile.

Esperemos que en un tiempo seamos nosotros, los que compartimos sueños de emancipación para nuestra Patria Grande, los que hablemos de un nuevo modelo chileno, integrado y en consonancia con los procesos de cambio más avanzados de nuestro continente.

Esta nota fue reproducida también en:

Pagina 12 (Argentina)

Aporrea (Venezuela)

Web de la Juventud del PSUV (Venezuela)

miércoles, 10 de agosto de 2011

Nuestra mirada frente a las primarias 14/08/11

Juventud Rebelde 20 de Diciembre

El próximo domingo 14 de agosto se realizarán las primeras internas abiertas, previas a los comicios de octubre. Desde la Juventud Rebelde – 20 de Diciembre hacemos llegar algunas reflexiones frente a la presente coyuntura.

El gobierno de Cristina Fernández nos convoca a “defender el modelo” y/o a “profundizarlo”. Nosotros, junto a otras organizaciones del campo popular, hemos apoyado medidas concretas de este gobierno (nueva Ley de Medios, Asignación por hijo, estatización de las AFJP). Pero debemos “separar la paja del trigo” y recordar que en una elección lo que se vota son proyectos y no medidas, y que aún las que son progresivas no sólo son insuficientes en sí mismas, sino que representan tan sólo una parte (y no la más sobresaliente) de lo hecho por el kirchnerismo desde hace más de 8 años: un proyecto de país basado en un tibio intervencionismo estatal en el marco de una economía dependiente. Economía modelada y promovida en clave de agronegocios, extractivismo, distribución desigual de la riqueza y enorme rentabilidad empresaria. No es casualidad que la mayoría del empresariado y de los sectores del capital más concentrado estén apoyando al Frente para la Victoria este año: no porque compartan su discurso o su simbología, sino porque no existe una propuesta de gobierno que garantice con mayor eficacia la estabilidad política y económica del país, y con ellas, sus ganancias extraordinarias. No creemos que de la mano de este gobierno pueda avanzarse en una transformación real de la Argentina, sino más bien en una continuidad de “lo que hay”. Nosotros, en cambio, vamos “por otro modelo”: vamos por trabajo digno y no flexibilizado, por la recuperación de los recursos estratégicos del suelo y el subsuelo, por un sistema impositivo progresivo que deje de castigar a los más pobres, por un plan de viviendas para que millones de argentinos y argentinas tengan un techo y no balas ni represión, por más presupuesto para la salud y la educación pública, por el 82% para nuestros jubilados, para mencionar sólo algunas medidas que debemos discutir si queremos cambiar la Argentina.

Por su parte, la oposición de derecha (Duhalde, Alfonsín, Rodríguez Saa, etc.) ofrece exactamente lo que se espera de ella: mantener mucho del actual “modelo”, pero dando marcha atras sobre sus facetas más progresivas. Esto es: pagar la deuda con ajustes, generalizar la “mano dura” contra la protesta y la pobreza, tirar abajo la ley de medios y los juicios a genocidas. Esta derecha llega dividida a las primarias y probablemente no tenga demasiado que hacer en octubre. De todos modos, no podemos dejar de alarmarnos ante la persistencia de ciertas (nefastas) propuestas y ciertos (siniestros) personajes en la escena política argentina, disfrazados de candidatos “mesurados” y “votables”. Ante estos sectores, sigue cabiéndonos la tarea que venimos llevando adelante hace años: luchar día a día, en el terreno que sea, para enfrentar y recordar su carácter retrógrado y antipopular.

En este marco, consideramos que no existe una propuesta electoral que nos contenga como parte de una nueva generación militante que, desde abajo y a la izquierda, busca avanzar en un proyecto de país justo e igualitario.

La conformación del Frente Amplio Progresista (FAP), si bien cuenta con la participación de organizaciones del campo popular con las que hemos confluido en diversas luchas, no ofrece demasiadas perspectivas. No sólo en lo que hace a sus probabilidades electorales, sino a su propuesta política, cuyas facetas progresivas se ven seriamente opacadas por figuras (por ejemplo, Morandini) y posicionamientos (por ejemplo, la cuestión del agro) que no parecen ir de la mano con una propuesta sólida de liberación y cambio social. Cabe preguntarse qué tienen de “progresistas” las iniciativas de bajar las retenciones o devaluar el dólar: la gestión de Binner en Santa Fe, apoyada sin fisuras en el bloque sojero, no deja de ser un buen botón de muestra.

Las propuestas de Proyecto Sur y del Frente de Izquierda, por su parte, se ubican claramente a la izquierda del gobierno nacional. Pensamos que ambas opciones jugarán un rol netamente testimonial en caso de que efectivamente logren pasar las primarias. Proyecto Sur aparece como una fuerza en severo retroceso. El FIT, por su parte, demuestra día a día ser parte de una tradición de izquierda que se encuentra imposibilitada de construir una referencia medianamente convocante de cara a la población. Sin embargo, en una coyuntura donde se debate entre “lo que hay y lo peor”, sería positivo el acceso de compañeros de estas fuerzas a espacios de mayor visibilidad y presencia institucional, por lo cual vemos necesario apoyarlas en esta coyuntura.

No nos pensamos poseedores de alguna “verdad revelada” y tratamos de evitar el tono pedante de quien cree “tenerla clara”. Nuestra palabra parte de reconocer las propias debilidades y carencias. Debilidades del campo popular en su conjunto, que no logró capitalizar el fabuloso movimiento de transformación que sacudió la Ciudad en el 2001/2002 mientras miles en asambleas barriales, piquetes y fábricas recuperadas intentábamos tomar la historia en nuestras propias manos.

De esta manera, hoy se llega a este proceso electoral sin capacidad de disputa real, sin una alternativa que exprese cabalmente una perspectiva de cambio para y desde los de abajo. Tenemos por delante, en tanto parte de ese amplio y heterogéneo espacio que busca la constitución de una nueva izquierda, la responsabilidad de saldar esa cuenta pendiente.

Estamos convencidos de que somos muchos los que pensamos que hoy no existe un proyecto alternativo para gobernar la Argentina, afirmado en una amplia construcción popular y portador de una perspectiva transformadora. Que apunte a unir la ambición de disputar poder en lo institucional, con la construcción de la articulación y la fuerza social suficientes para llevar adelante las medidas necesarias. Que reúna la vocación de mayorías con la lealtad a principios de justicia, igualdad y emancipación. Que sea coherente con las demandas y el sentir de los que anhelamos un proyecto de transformación social.

La nueva izquierda tiene por delante una tarea enorme legada por otras generaciones, pero también la fuerza que acumula día a día para llevarla a cabo.